¿Y si China hubiese sido realmente un país comunista? La definición de comunismo es: “una doctrina económica, política y social que defiende una organización social en la que no existe la propiedad privada ni la diferencia de clases, y en la que los medios de producción estarían en manos del Estado, que distribuiría los bienes de manera equitativa y según las necesidades”.
Veamos qué tan comunista es realmente China. Si bien es cierto que en China solo el Estado es dueño de la tierra y el subsuelo, los chinos pueden obtener un derecho o usufructo de la tierra por hasta 70 años y el derecho a la propiedad privada de lo que se construya sobre la misma está garantizado. Igualmente, el 75% de la producción en China lo hacen empresas privadas, incluso los extranjeros pueden ser 100% dueños de empresas en China en industrias estratégicas como la producción de autos eléctricos, sin necesidad de socios locales.
Dicen que la ilusión de que no existan clases sociales es intrínseco de los jóvenes idealistas, pero es una tozudez u ofuscación en la edad adulta. Según la publicación de “The World Factbook” de la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. que mide el índice Gini o la desigualdad en la distribución en el ingreso familiar, a mayor el número, mayor desigualdad y mayor diferencia de clases. Pues bien, el índice Gini en China, 46.5, es mayor que en otros países “comunistas” como Rusia, 41.2, o “socialistas” como Venezuela, 39.0; e incluso mayor que en el país referente del capitalismo, EE.UU., con un índice Gini de 45.0. China tiene enormes diferencias de clases.
Las reformas económicas de liberalización de la economía de Deng Xiaoping en 1978 provocaron las mayores cuotas de crecimiento de cualquier país del mundo. Según el FMI el incipiente PIB de China en 1978 creció de USD$218,500 millones a casi USD$14 millones de millones en 2018; lo que representa un incremento de 64 veces su economía desde 1978 y un crecimiento de más de 450 veces desde 1949, cuando nació la República Popular China o la China “comunista”. China ha logrado lo que ninguna otra nación: es hoy en día la segunda mayor economía del mundo, superada por lo pronto solo por EE.UU. y representa casi el 16% del PIB mundial. China tiene los 4 bancos más grandes del mundo, 7 de los 10 puertos de contenedores más activos, detenta una infraestructura de trenes rápidos de 19,289 millas contra 457 millas de EE.UU., y es el segundo país del mundo con el mayor número de millonarios. Como colofón del comunismo chino, pudiésemos sostener con certeza que el sistema económico chino no es comunista al existir propiedad privada en medios de producción, una clara desigualdad social inherente de una economía de mercado y un extraordinario crecimiento económico.
Sin embargo, todo este crecimiento ha sido a un cuantioso costo social y es ahí donde sí se reconoce a China como un sistema comunista, sin mayor respeto a los derechos humanos. Con tal de mantener bajos los costos de producción, por décadas el sueldo de los trabajadores chinos ha sido irrisorio, insuficiente e incluso ofensivo, siempre subordinados a la productividad. La mayor migración del mundo acaece dentro de China continental, del oeste al este, donde el gobierno la coarta eliminando las prestaciones de seguridad social fuera de sus regiones de origen. El desacato a las leyes es severamente castigado como es el caso del millón de Uighurs en campos de adoctrinamiento para eliminar el virus terrorista de sus mentes. Uno se preguntaría, ¿por qué lo toleran? Pues bien, el sistema de gobierno comunista chino se sostiene en tres verdades fundamentales: China es una sociedad colectivista privilegiando el bien común y sacrificando el hoy en aras del mañana; los chinos fueron severamente humillados por los británicos con las dos guerras del opio, y, siendo un pueblo notoriamente orgulloso, no lo olvidan; más aún, a pesar de la innegable corrupción, el crecimiento económico es patente refrendando la rentabilidad a largo plazo del sacrificio personal o familiar.
A pesar de la mordaza política y social, China en materia económica, no fue el país comunista que idealizó Mao Zedong. En América Latina nos jactamos de ser economías de mercado, pero, es imperativo vigilar con recato a los líderes socialistas que ven con desdén a la propiedad privada, que engrosan los medios de producción del Estado y que buscan la distribución de los bienes a través de programas asistencialistas. Pareciera que el país comunista que China no fue, si podrían serlo algunos en América Latina.
Fuente: El Porvenir | Dr. Eugenio José Reyes Guzmán.