Hace años cuando vivía en Singapur recuerdo haber escuchado la respuesta del Primer Ministro Goh Chok Tong ante la exasperante pregunta de por qué ganaba tanto dinero, más que cualquier otro líder de gobierno. Su respuesta fue lógica, sucinta y contundente. “Fíjate lo que está en juego”, le contestó.
En países como Singapur y Japón, es un privilegio y una ingente distinción ser un servidor público, independientemente del nivel jerárquico. Los servidores públicos son escogidos de entre los mejores candidatos del país., estudiaron en las mejores universidades del mundo y fueron estudiantes ejemplares. Cuando los servidores públicos de estos países asiáticos se jubilan, la Iniciativa Privada se los pelea para que trabajen con ellos, ya que su reputación y su verticalidad los avalan.
Haciendo un paralelismo, la mayoría de las empresas, independientemente del tamaño, conducen algunas pruebas sicométricas; de inteligencia, de aptitudes, de habilidades, test proyectivos. También pasan los candidatos por exámenes médicos; pruebas de esfuerzo, exámenes de sangre y pruebas de audición, entre otras. Los aspirantes a algún cargo en las empresas igualmente son sometidos a exámenes que determinan la ética personal y de confianza. Todo esto porque es importante para la empresa no equivocarse en la selección. Probabilísticamente, a mayor aptitud y mejor actitud del empleado, mejor su desempeño y su resultado. Esto se traduce en un bien para la empresa y en un bien social. Lo que está en juego es el crecimiento de la empresa, la retención de empleos y la generación de nuevas oportunidades, entonces, hace sentido el proceso de selección.
A nivel mundial, hemos sido testigos de cómo decisiones fallidas de líderes de Estado; megalómanos, mitómanos, populistas o simplemente ignorantes, han provocado décadas de retroceso en las economías que dirigen, provocando pobreza, división y desesperación. Estos líderes, muchas veces están ahí genuinamente como resultado de un ejercicio democrático donde el pueblo los votó, no son espurios. Solo un puñado de dirigentes públicos determinan la suerte de un país y todos sus pobladores. ¿No deberían los candidatos a puestos públicos y más los de elección popular, someterse a un escrutinio aún mayor que el de las empresas?
El nivel de escolaridad en América Latina es lacerantemente bajo, y la toma de decisiones de un pueblo será directamente proporcional a lo que le dicte su mejor entender. Es una deuda histórica, un pasivo laboral y una genuina hipoteca social el no haber mejorado el modelo educativo y cambiarlo ahora llevaría décadas. Pero, ¿qué pasaría si entre las opciones a candidatos en puestos de elección que tiene el pueblo por elegir fuesen todos probos y probados? Si todos los candidatos a elección de un puesto público pasaran por un proceso riguroso de selección, aunque el pueblo no escogiera al mejor, al menos escogería a un candidato viable, vertical y preparado. ¿No es el destino de un país, un estado o un municipio, y todos los que ahí viven igual de grave o aún más, que el de una empresa?
¡Qué alto ha sido el costo de oportunidad de nuestros pueblos al no tener un proceso de selección a cargos de gobierno, y más aún a cargos públicos!
Escrito por Dr. Eugenio José Reyes Guzmán
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