El día de hoy escuché a Andrés Oppenheimer decir, palabras más palabras menos, que las protestas en Chile se parecían más a las protestas de Francia que a las de Ecuador. Con todo respeto, yo disiento de ello ya que considero que, independientemente de si son países “ricos” como Francia o Chile o “pobres” como Ecuador, todos tienen los mismos 2 detonantes. La primera bomba es el retiro de subsidios; a los combustibles, a los servicios públicos, a las cuotas universitarias; y la segunda bomba, es el hecho de que con lo que ganan no les alcanza para vivir y aspirar a una vida mejor. Cabe aclarar que ambas son bombas de tiempo y que hay 2 protagonistas principales: empresarios y gobierno.
Tocante a las protestas por el retiro de los subsidios, es ineludiblemente una respuesta esperada y entendida, aunque no siempre justificada. En Ecuador, el Gobierno de Correa acostumbró al pueblo a recibir subsidios en la gasolina, a depender de ellos, a sentirse merecedores y a considerarlo como una prestación perenne. Cuando su sucesor, Lenin Moreno, se vio obligado a reducir el subsidio como condición de un préstamo del FMI, el pueblo se indignó y salió a las calles. Ahora bien, desde el punto de vista del gobierno, el retiro del subsidio fue una decisión de disciplina fiscal, presionado por su acreedor; simplemente no era sustentable seguir subsidiando los combustibles. El pueblo, en cambio, se había acostumbrado a los bajos precios.
Todo gobierno estará siempre liado por una decisión dicotómica en el rubro de egresos; hacer inversiones que aumenten la competitividad de sus empresas y estimulen la inversión nacional o extranjera o, gastarlo en subsidios paliativos para ayudar a los más necesitados o simplemente con fines clientelares. Cuando los programas asistencialistas claramente se justifiquen, como en el caso de adultos mayores dependientes, el discernimiento del gobierno se inclinará hacia la procuración de la justicia social. La inversión, en cambio, se traduce en crecimiento de las empresas, de los empleos y consecuentemente en un incremento absoluto de la recaudación fiscal.
El gran tema es que la principal fuente de riqueza de todo gobierno son los impuestos y quienes lo pagan son las empresas y sus trabajadores. La recaudación fiscal y el recurso para gastar en programa sociales, será directamente proporcional al número y al tamaño de las empresas. Ayer, hoy y siempre y en todo lugar, la mejor política social es la económica, ya que solo la riqueza se puede repartir.
La segunda “bomba” es el hecho de que no les alcanza para vivir decorosamente, ni alcanzar sus metas, sueños y aspiraciones. Nuevamente el binomio gobierno – empresa, con condición sine qua non: el gobierno con una justa política fiscal; una política monetaria que no erosione el poder adquisitivo de sus moradores; una política empresarial que estimule la inversión; una política internacional que atraiga capitales extranjeros y leyes que garanticen el estado de derecho. Por otra parte, es obligación grave del empresario: tratar dignamente a sus trabajadores procurando para ellos y sus familias el mayor bien-estar y bien-ser; estar conscientes del rol estoico y honroso de ser los responsables del crecimiento del país y sobretodo, tener un cabal entendimiento de su dignidad humana y de su misión de multiplicar los bienes que Dios les dio.
En el año 2011 se dieron una serie de movimientos concatenados de pueblos indignados por la falta de oportunidades llamado la Primavera Árabe. Aprendiendo del viejo adagio que reza: “si ves las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”, creo que es prudente trabajar para que los polvorines en Chile y Perú no se conviertan en una Primavera Latinoamericana.
Escrito por Dr. Eugenio José Reyes Guzmán
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