Quisiera hacer un reducionista y parcial paralelismo entre el beneficio de la informalidad y los tatuajes. Según el Dr. Luis Eugenio Todd, los tatuajes suprimen la función de las glándulas sudoríparas, las glándulas hídricas que secretan sustancias y desintoxican. Los tatuajes, igualmente, conllevan el riesgo de reacciones alérgicas, infecciones en la piel, enfermedades de transmisión sanguínea y hasta complicaciónes en imágenes de resonancia magnética nuclear. A plata pura, más allá de la percepción de belleza, armonía, justicia, lealtad, identidad, disimular alguna cicatriz, recuerdos de un ser amado, de arte, de sello personal y demás sentimientos y expresiones, no existe verdaderamente un beneficio físico, químico, médico, económico o de bienestar para quien porta algún tatuaje. Irónicamente, quien sí lucra con los tatuajes, es quien produce la tinta y utensilios para aplicarlo, quien los trata de remediar y sobretodo, quien los aplica. ¡Económicamente sí hay ganadores!
La economía informal o sumergida, es un fenómeno socioeconómico sinónimo de precariedad laboral, malas condiciones de trabajo, bajos salarios e incluye todas las actividades económicas ocultas ante las autoridades fiscales y laborales. Según el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), el mercado laboral informal representa casi 60% del mercado de trabajo y suma más de 130 millones de personas. En consonancia, según el INEGI, el número de personas laborando en la informalidad sumó 30.5 millones, o el 56.7% del total de las personas ocupadas en México. Haciendo una simple regla de tres, los Estados en América Latina pudieran recaudar quizás un 60% más del Impuesto sobre la Renta de los trabajadores si los sumaran a la formalidad. Según cifras de la CEPAL, la evasión fiscal en América Latina llega a US$ 340.000 millones y representa 6,7% del PIB regional. Esto es 8 veces mayor al PIB de Bolivia quien, según un estudio de 158 países realizado por el FMI, es la economía informal más grande del mundo efecto del Socialismo del Siglo XXI. ¡Qué ingente costo de oportunidad ha sido la informalidad!
Desde el punto de vista del trabajador, orgánicamente le sería más redituable a largo plazo laborar en la formalidad, gozando de prestaciones sociales y, por ende, quizás pavimentando el camino hacia la anhelada movilidad social. Igualmente las empresas que operan formalmente exigen un terreno de juego parejo para poder competir con aquellas que no lo hacen. ¡Claramente trabajadores, gobierno y empresas se beneficiarían de la formalidad!
Entónces, ¿Por qué la informalidad? La informalidad se explica como una válvula de salida, una estampida social espontánea y popular, a las costosas, asfixiantes y a veces absurdas trabas, limitaciones y regulaciones, impuestas por la burocracia en los tres niveles de gobierno. En ocasiones es el camino paralelo, ilegítimo y fácil, y a veces el único para quienes no tuvieron oportunidad de aprender cómo surcar los furiosos y onerosos mares de un sistema regulatorio complejo que desincentiva, coacciona y corrompe al más virtuoso. Ahora bien, no se puede soslayar la relevancia de una justa, empática y holística política fiscal de largo plazo, que establezca las condiciones de confianza que inviten a la inversión y fomenten la formalidad. Pero no sería justo señalar solo al Estado; también existe un faro personal, una ética acusatoria y una moral conductual, que le recuerda al contribuyente su obligación cívica. No se puede ni debe obviar la universalidad de los bienes y el bien común; el bien de todos redunda en el bien personal. ¡Si tan solo hubiese mayor confianza en las instituciones!
Para quien opera en la informalidad, si no les va bien vendiendo tacos; venden tortas, guajolotas, pupusas, arepas o falluca, lavan autos, pulen faros, etc. De alguna forma sobreviven y si no les alcanza, buscan un segundo o tercer ingreso. Para ellos, la falta de crecimiento económico y los despidos consecuenciales no les afectan directamente; pudieramos decir que son más resilientes. Por lo general son los útimos en verse afectados en una desaceleración económica y por ende, son propensos a escuchar y creer los alevosos discursos populistas de boyanza y ventura. Es sustancialmente a ellos, a quienes un líder populista encauza sus discursos pletóricos de ilusorias esperanzas y copiosos ataques a quienes no comulgan con su ideología. Más tarde que temprano, también los informales se verán afectados por condiciones económicas adversas y no serán más engañados, pero para ello, pudieran pasar años. ¡Pareciera que los únicos que se benefician de la informalidad son justamente los líderes populistas!
Dicen que el camino al Infierno está pavimentado de buenas intenciones. En el tema de informalidad, México tiene aún un largo camino por recorrer evidenciado por los reportes del Foro Económico Mundial y del Banco Mundial. Comulgo enteramente con la frase de San José María Escrivá de “haz lo que debes y está en lo que haces”, por cierto escrita muchos años antes de la frase de Nike. Afortunadamente, existen encomiables esfuerzos en materia de mejora regulatoria como los de la COFEMER cuando fuera dirigida por Mario Emilio Gutierrez y la visión del Consejo NL junto con el Secretario de Desarrollo Económico y Trabajo del estado, Roberto Russildi, al definir a la mejora regulatoria como una de las 10 mesas de trabajo prioritarias. ¡Hago votos para que ese vigor trascienda ya que los pobres en México no pueden ni deben esperar!
Fuente: El Porvenir | Dr. Eugenio José Reyes Guzmán.