Mi amigo Roberto Dillon con frecuencia hace observaciones que me mueven el tapete. Hace unas semanas comentó que, siendo la expectativa de vida de los mexicanos cercana a los 85 años, probabilísticamente hablando y con la ayuda de Dios, a él aún le quedarían por vivir al menos 25 años más. Dos décadas y medio son los años que tiene un recién graduado de una carrera profesional, son las bodas de plata en un matrimonio o es un significativo galardón a la perseverancia de un empleado. Esos mismos años serían los que le quedarían por vivir en promedio a aquellos que tienen la suerte de pensionarse o jubilarse a los 60. De esta realidad, y dándole el beneficio de la duda de una vida saludable, se desdoblan al menos 2 preguntas que toda persona jubilada se deberá plantear en su mapa de vida: ¿En qué ocuparse y cuanto dinero se requiere para vivir decorosamente? En este artículo abordaré solo el aspecto económico ya que la parte ocupacional la abordan exitosamente AMA y Trasciende, AsociaMayores y por supuesto, el Instituto Estatal para las Personas Adultas Mayores (IEPAM) dirigido ejemplarmente por el Ing. Ramón de la Peña y presidido por la Sra. Teresa Villarreal Guzmán.
¿Cuántos matrimonios han acariciado la idea de lo que harían una vez jubilados? Hay quienes soñaron con tener una casita en la playa donde puedan invitar a los hijos y a los nietos a pasar unas vacaciones. Hay quienes construyeron en su imaginación un chalet en las montañas donde pasar los veranos caminando por veredas, escuchando el trinar de las aves y leyendo por las tardes un libro al calor de la chimenea. Otros pensaron en una chacrita en la periferia de la ciudad donde cuidar de animales y sembrar alimentos orgánicos. Muchos quizás pensaron en poderse jubilar relativamente jóvenes para viajar por el mundo y disfrutar de una sana y solvente edad avanzada. Todos esos preciosos planes se concretan en realidad solo para unos pocos privilegiados.
El envejecimiento a nivel mundial no tiene precedentes. Como muestra un botón, el porcentaje de jubilados a trabajadores activos o “ratio potencial de soporte” ha disminuido de 42 en el siglo 19, a 23 en 1950, a 8 actualmente y se estima que serán solo 4 trabajadores activos por cada persona de 65 o más en 1950. Algunos gobiernos han intentado paliar el problema pateando el bote y elevando la edad de jubiliación; como China a los 79 años y Corea del Sur a los 80. Aún teniendo nutridos fondos de pensiones como Noruega, compensando sustancialmente con inmigración, elevando la edad de jubilación y suponiendo que los robots pudieran parcialmente suplir la demanda de mano de obra, estos ratios son económicamente insostenibles en ningún país del mundo. Hoy en día se estima que el total de pasivos laborales solo para 20 países de la OCDE equivale a cerca de USD$78 billones (millones de millones). Esto es 65 veces el PIB de México y más de 3 veces el PIB de los EE.UU.
Revisemos los pasivos laborales del Gobierno Mexicano donde entre el IMSS, empresas paraestatales (CFE y PEMEX), ISSSTE y universidades públicas equivalen a 116% del PIB. Para ello no existe en México un fondo federal de pensiones (solo AFORES) y los pasivos laborales se cubren con recursos públicos, privando al país del capital para inversión productiva. Pareciera que el pasivo laboral, y no es privativo de México, equivale a una inexorable quiebra técnica y que se acerca la fecha de caducidad para los distintos sistemas de pensiones coexistentes.
Desde la vitrina de los trabajadores mexicanos, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) a nivel nacional son más de 71 millones de personas las que carecen del acceso a la seguridad social, esto es, seis de cada 10 mexicanos no tienen derecho a una pensión, concomitante con el 60% de los trabajadores informales. La realidad se agrava al considerar que México ocupa el segundo lugar en la tasa de pobreza de personas retiradas entre los 34 países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).
Sin hacer un análisis exhaustivo y de forma somera, hay dos condiciones y otras dos características en cuanto a pensiones en México. Hay quienes cotizan, o lo han hecho en el IMSS, ISSSTE o algún otro esquema de pensión y quienes, sesgados por la informalidad, no lo han podido hacer. De entre aquellos amparados por el IMSS, se dividen entre aquellos que comenzaron a cotizar antes del 1 de julio de 1997 (2010 para el ISSSTE) y quienes iniciaron posterior a esa fecha. Los que están amparados por el IMSS con anterioridad a 1997 y cumplen con las demás disposiciones, pudieran tener una pensión decorosa, aunque la triste realidad es que el 70% reciben mensualmente solo entre MXN$1,000 – 5,000.00. En el caso de aquellos que comenzaron a cotizar después de 1997, el esquema descansa en el ahorro voluntario, AFORES. Las Afores cumplirán 25 años en 2022 e iniciarán sus trámites de retiro los primeros pensionados bajo el régimen de cuentas individualizadas, pero la mayoría de ellos no alcanzará a obtener una pensión ya que, según la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR), solo 3 de cada 10 personas acumularán las semanas cotizadas necesarias (1,250) para tener acceso a una pensión mínima garantizada, amén de que solo recibirían en promedio quizás el 30% se su último sueldo. ¡No es un tema menudo!
Recapitulando, el pasivo laboral mexicano es inconmensurable y requerirá de un nuevo planteamiento incluyendo elevar la edad de jubilación. Desde el punto de vista de los trabajadores, independientemente del régimen de las pensiones del IMSS, más del 60% de los mexicanos no tienen derecho a una pensión, y entre aquellos que sí la tiene, el 70% recibe o recibirá una pensión precaria e insuficiente para cubrir sus necesidades básicas.
Como en muchos otros aspectos de la vida diaria en México, la solución estará en uno mismo. Estamos obligados a observar una sobriedad en el gasto y una congruencia en el ahorro. Estamos invitados a hacer una proyección financiera de largo plazo e incentivar el ahorro y la inversión. Tenemos la necesidad de cuidar el patrimonio e invertir sabiamente menguando el riesgo. Los mexicanos tenemos que cobrar conciencia de que la calidad de vida de nuestros siguientes 25, 30 o 35 años depende de las decisiones presentes y, al igual que el Rey Salomón, habría que pedir sabiduría en las decisiones y entereza para cumplirlas. Dios quiera que las generaciones milénicas y centúricas comiencen a ahorrar desde ahora.
Fuente: El Porvenir | Dr. Eugenio José Reyes Guzmán.